domingo, 3 de julio de 2011

El reloj de arena de Rafael Nadal.

Sale a la pista con dolor en los brazos, siente la tensión en los nudillos, levanta la cabeza mirando a la grada, el sol le ciega mientras observa una grada llena, los destellos blancos, los colores de su enemigo, se mezclan con los rayos de sol que le impiden ver las banderas rojas y gualdas que esconden voces coreando su nombre.
Siente como el sudor pega a su piel una camiseta azul que deja al descubierto sus hombros, como siempre le molestan los pantalones, se los colocará de manera compulsiva igual que cada partido, desenvuelve una de sus raquetas, se coloca la cinta del mismo color que la camiseta en su frente.
Corre de la red a la linea de saque, arrastra el pié por la linea de cal, se coloca en posición de saque con una bola en su mano derecha.
Salta con la raqueta en la mano izquierda, y persigue las bolas llenas de veneno que le devuelven sin cesar desde el otro lado de la pista, cada bola más difícil. Son pelotas que vuelven de una mano llena de experiencia, certera, que ha conquistado la tierra de Francia, la hierba de Inglaterra y el firme de Estados Unidos, pero es una mano cansada.

Agachando la cabeza hace un gesto de lamentación, no es su mejor partido, mira en su interior y solo ve sombras, su mente se llena de las traiciones del destino, años duros. Pero hoy es diferente, la historia le está esperando y quiere llegar a la cita: no se pone nervioso, sabe que trabajando todo llega a su debida hora.
El partido se alarga y le descubre nuevos enemigos, aclamando a su rival una multitud exaltada desaprueba cada gesto que hace. El sabor del sudor en sus labios le recuerdan el camino recorrido, han pasado siete años desde la primera final y cada vez es más complicado. Su rival parece no dar la talla de una final como esta, pero él tampoco lo está haciendo bien, no es la final que espera, todavía no sabe que será recordada como una de las mejores.
Mientras observa como la pelota supera la red demasiado alto ya sabe que ha ganado, bota a sus pies y se arrodilla, más tarde dirá: “Doy gracias a la vida”; hoy ha cambiado se ha elevado sobre su rival y sobre sus enemigos, no ha perdido la confianza cuando todo estaba perdido y eso ha sido lo más difícil. Mientras levanta la copa no quiere pensar, los comentarios que le han perseguido esta semana, su rival más directo, el cual le ha quitado cuatro títulos esta temporada y pedazo a pedazo, día tras día le quita su número uno, no están en su mente, solo disfruta mordiendo el metal de una copa que le pertenece.
Y hoy de nuevo cambia el lugar, el publico y el rival, rival que ya les ha superado antes de saltar a la pista, le ha quitado lo que tanto le costó alcanzar. Mientras recorre el mismo pasillo que ha coronado a los más grandes de la historia del tenis, sigue sintiendo el dolor y la tensión, pero esta vez es diferente, su nombre se escribe en la historia y ese es el lugar que merece.

No hay comentarios:

Publicar un comentario